INÉS ELÉXPURU, VOCAL DE LA FUNDACIÓN DE CULTURA ISLÁMICA.
La periodista defendió la lucha por la identidad cultural e intentó rebatir algunos tópicos en torno al Islam en una charla a alumnos de la Universidad Carlos III de Madrid.
“Islam como término se utiliza muchas veces de una manera indefinida y sin saber de qué se está hablando”, afirma Inéx Eléxpuru, licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Fundación de la Cultura Islámica. “Es necesario revisar el uso del término y desislamizar la realidad de muchos países de mayoría musulmana”. Eléxpuru argumentó que en esos estados existen “muchos musulmanes y árabes que defienden la laicidad de sus sistemas”. La periodista criticó la generalización que desde los medios se hace con respecto a los países de mayoría musulmana, a los que, por desconocimiento, se les llama países islámicos. Dicha generalización contribuye a que el público tienda a simplificar una cultura y unos conflictos de gran complejidad. “Los musulmanes no son sólo los árabes”, afirma mientras argumenta que la falta de rigor de los medios de comunicación ha contribuido a extender diversos tópicos en torno al Islam que nada tienen que ver con los principios de esta religión.
“El Islam no es incompatible con la democracia”, enuncia con rotundidad, y lo defiende yéndose a los inicios de la religión, “el propio Muhammad tenía un talante integrador y democrático”. Para ella, el hecho de que partidos políticos se consideren partidos islamistas o utilicen el islam con una connotación política “responde a recuperar o defender una identidad cultural que se ha visto muy amenazada desde la época del colonialismo”. Eléxpuru considera que “es absurdo temer al islamismo ya que éste tiene el mismo derecho a gobernar que cualquier otro”. Pone como ejemplo el caso de Turquía con el que, según ella, “se demuestra que hay partidos islamistas de corte demócrata que lo pueden hacer muy bien en el poder”.
Eléxpuru comenta que en el Islam “hay suficientes herramientas como para adaptarse a las circunstancias actuales, no se puede pensar igual hoy, que en el siglo VII”. Lo considera un sistema que “llama al aprendizaje y a la evolución”. Sin embargo, sí reconoce que existen unas autoridades religiosas de un carácter “muy reaccionario y que no permiten el progreso”, además de numerosas interpretaciones personales del Corán que favorecen el extremismo.
“Decir que el Islam es intolerante con las demás religiones es totalmente falso”. Comenta que el Corán establece que debe existir respeto y democracia con los demás pueblos, pero que “otra cosa son las políticas que se lleven a la práctica”. Cita aquí por primera vez el conflicto de Oriente Medio, “la corriente neoconservadora y neocolonialista que provocó esta crisis, ha hecho que gran parte de la población de países de mayoría musulmana se sienta amenazada”.
“El Corán nos habla de la guerra como defensa propia, lo que ha hecho que muchas organizaciones terroristas utilicen este pretexto manipulando las fuentes a su antojo”, opina Eléxpuru con respecto a los grupos yihadistas. No obstante, manifiesta que “visto lo que está pasando en la actualidad hay ciertas cosas que son legítimas y comprensibles”. La periodista considera una injusticia el que tanto EE.UU. como Israel se hayan “pasado por el forro todas las resoluciones de la ONU de los años 60”.
La Mujer no está más maltratada en la cultura islámica que en otras
Inés Eléxpuru se muestra de acuerdo en que, en general, la situación de la mujer en el mundo islámico no es buena, pero alega “¿es mucho mejor en Ciudad Juárez? ¿O entre los judíos ortodoxos y las comunidades gitanas? ¿O en Cuba con los altos índices de prostitución?” Critica sin mesura el hecho de que no se hable tanto de esas situaciones igual de deplorables y sí se le dé relevancia informativa a lo relacionado con la cultura islámica. Para ella, “todo esto responde a una estrategia muy bien articulada que data de los años 60 y viene de algunos neoconservadores estadounidenses e israelíes, que tiene como objetivo desacreditar y cargarse el mundo de mayoría musulmana”.
No obstante, sí reconoce que algunas prácticas facilitan que se tenga esta visión con ejemplos como las lapidaciones en Nigeria o ejecuciones en Irán. Pero insiste en que son unos pocos los países en los que se producen estas situaciones y que no debe establecerse una generalización.
En este aspecto, dice “la cultura occidental tampoco puede considerarse un ejemplo para el mundo”, para ella aquí se tiende a juzgar todo desde nuestros parámetros que no siempre son demasiado buenos. “Aqui hay muy poca moral, hay adulterio, hay divorcios, hay muy poquito equilibrio y felicidad en la vida de las parejas en general”. No le parece correcto que una persona de Occidente vaya a decirles a las mujeres musulmanas que se quiten el velo, porque a lo mejor para ellas eso es una defensa de su identidad cultural o una reivindicación del feminismo islámico. “Es mejor ponerse el velo en lugar de ponerse varios kilos de silicona”.